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A los autónomos, cuando nos hablan de economía colaborativa mientras miramos el rayado acero del mostrador de nuestra tienda, el volante de nuestra furgoneta, o la pantalla del portátil donde consumimos las horas, cavilamos con eso que parece de otra galaxia pero que está cada vez más cerca de nuestra vida cotidiana. Las primeras empresas de este nuevo fenómeno, como Uber, Blablacar, Airbnb, etc., que han invertido unos pocos céntimos en personal, instalaciones, proveedores, vehículos, edificios, pero que gracias a la tecnología están afectando de manera notable a profesiones tradicionales. Algunos economistas están alertando de una tecnología que más que crear procesos innovadores arrasa con sectores productivos y con los miles de empleos que estos acogen. A veces se confunde innovación disruptiva con fórmulas empresariales que, con enormes sumas de financiación ajena, procuran un escaso avance en términos de productividad y empleo. Pero lo cierto es que el consumo de masas ya no es lo que era, ya no es sólo cuestión de marcas y ocupación de espacios de consumo, porque siempre alguien sorprenderá con productos más baratos y de consumo fácil, en una espiral complicada.

Pensando en la economía que viene, es frecuente que nos despiste la estrategia seductora de la apariencia, sin caer en la cuenta de que la mayoría de las empresas más punteras e innovadoras apuestan por la venta de productos tradicionales. Imaginen las marcas más famosas que están detrás de la venta de libros, muebles, comida, hardware, dispositivos para escuchar música, créditos financieros, transporte de pasajeros, envío de comunicaciones interpersonales, y un largo etcétera, que al final no son más que viejas funcionalidades con nuevas formas. El reto para los autónomos puede que resida en una estrategia centrada exclusivamente en la comunicación y confianza de los clientes, descuidando esos procesos innovadores que no sólo pueden garantizar la viabilidad de nuestro negocio sino incluso su éxito. Nos sorprendería descubrir la rudimentaria tecnología que se oculta a veces tras los exitosos negocios que arrasan con los mercados tradicionales, como nos chocaría constatar cuantas veces confundimos innovación con tecnología, o descubrir la importancia y poco esfuerzo en la mejora constante de procesos orientados a la satisfacción e interés del cliente.

La entrega a domicilio, cadenas de distribución especializadas, franquicias, simples páginas web, pueden terminar con la ilusión y esfuerzo de ese negocio que nos da de comer todos los días. Pero deberíamos aprender algo de estos fenómenos emergentes. La economía colaborativa se basa en una idea muy básica, las nuevas plataformas tecnológicas reducen las barreras de desconfianza de los potenciales clientes gracias al uso de perfiles de usuarios con valoraciones y referencias añadidas por otros usuarios, lo que da origen a nuevas maneras de relacionarse, intercambiar, y convertir en dinero habilidades. Parece que ese es el secreto tan escondido por las grandes corporaciones, relacionarse, intercambiar y explotar habilidades. ¿A que no parece tan difícil? Pues entonces manos a la obra y hablemos con nuestros amigos, colegas, competidores y vecinos, antes de que esos forasteros nos pisen el negocio.