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Vivimos una época en la que todo se desplaza. Google y Apple van a insertar tarjetas de telefonía en sus dispositivos, lo que hará innecesaria la contratación de esos servicios con las empresas convencionales de telecomunicaciones.  Por esta razón, una compañía de telefonía canadiense ya ha pedido la autorización para operar como una entidad bancaria. Facebook ha anunciado que va a facilitar las transferencias dinerarias entre usuarios, convirtiéndose en una operadora de medios de pago. Algunas firmas automovilísticas están entrando en el negocio del software para convertir sus vehículos en dispositivos tecnológicos de comunicaciones conectados a la red. La famosa librería on line Amazon ya sirve comida fresca a domicilio en los Estados Unidos. Una empresa rusa de máquinas recreativas está instalando cajeros automáticos que conceden préstamos automáticos hasta los 15.000 rublos (unos 242 dólares americanos). Pildoras con microcámaras, ropa con auriculares incorporados, relojes con teléfono, gafas inteligentes, lectores portátiles de huellas digitales para realizar pagos on line; pulseras y zapatillas deportivas con sensores parlantes, sujetadores pectorales que previenen infartos o medias que ayudan a guardar el equilibrio, y así un largo etcétera. Hasta las empresas de juegos proclaman su propio desplazamiento. Gabriel Leydon, el fundador de Machine Zone, la empresa que vende juegos on line muy populares como Game of war, que puede atender con un tiempo de respuesta de 0,2 segundos a 3 millones de jugadores simultáneos, y que ha alcanzado una facturación en el 2014 de unos 600 millones de dólares, ha declarado que “en realidad somos una compañía tecnológica, no somos una empresa de juegos”. Es más, Leydon añade que el foco estratégico de su empresa no son los juegos, sino las finanzas, la logística, las redes sociales y el análisis de datos.

Como una nueva ley del mercado global, hoy las empresas tienen que desplazarse de su objetivo original para competir más y mejor, para verse distintos y actuar como tales, para distinguirse de la competencia y satisfacer una demanda que parece infinita. Una brecha intelectual enorme para empresas instaladas en una peligrosa zona de confort, igual que para aquellos que inician un negocio sin ver más allá de la actividad inmediata que pretenden desarrollar. Hoy más que nunca los compartimentos y categorías convencionales se rompen, y una nueva perspectiva de transversalidad, mestizaje, apertura, contamina todos los enfoques. Incluso recientes axiomas que servían para contemplar con resignación la decadencia inevitable de algunos sectores económicos tampoco sirven ya. Ahora se habla con frecuencia de nudos, hubs, mallas, modelos disruptivos y otros conceptos similares, para describir los puntos de encuentro donde acaban convergiendo y comunicándose las diferencias y los diferentes. Al final todo se reduce a dos ideas básicas, no existe hoy un activo más importante para una empresa que el talento, ni un reto más estratégico que su comunicación. Esa divergencia inteligente dormida en muchas empresas o disponible al alcance de un simple click. Esa oportunidad, o tabla de salvación, imprescindible para romper esquemas mentales y sorprender, para cuestionar y proponer, para inventar y sustituir, para innovar y vender, a fin de cuentas, para desplazarse y evitar así languidecer.